Dime quién eres y te diré a qué te dedicas

Voy a empezar haciendo una confesión. Sí, una confesión a gritos: en ocasiones evito hablar de mi profesión

 

Ya sé que suena raro, cuando menos extraño pero es la verdad.

 

Es curioso pero hay profesiones que no necesitan explicar a qué se dedican en su devenir diario; un médico, un abogado, un maestro, un higienista dental, un conserje, un frutero o deshollinador. Un especialista en Protocolo, sí.

Para el imaginario colectivo las funciones que determinan el alcance de una u otra profesión están más o menos claras, sin embargo cuando hablamos de Protocolo… la cosa cambia.

 

Todavía recuerdo el comentario de una buena amiga cuando finalicé mis estudios, hace ya muchos años: “qué bien, mira, puedes ser animadora en hoteles. Qué horror, pensé. No por el honroso talento de entretener y divertir a personas que disfrutan de sus  días de ocio, sino porque intuí en ese preciso instante, que el desconocimiento generalizado en mis cometidos funcionales, iba a ser una constante en mi futura trayectoria profesional.

 

Poco tiempo después y previa oposición, empecé a trabajar en una universidad pública en el departamento de Recursos Humanos. Experiencia impagable que ha fortalecido mi visión de las relaciones laborales interpersonales, y ha grabado en mi adn una constante necesidad de mejora personal. Sigo en esa universidad. Desde hace unos años y a raíz de un cambio de destino, pude reorientar mis funciones hacia la comunicación y la organización de actos oficiales, cometido que desarrollo hasta donde lo permiten mis marcadas lindes.

 

Durante estos años no abandoné mi interés y pasión por el Protocolo y la organización de eventos. Desde pequeños cursos de reciclaje, hasta dos postgrados y lo más reciente, el Grado Oficial.

 

A lo largo de todo este tiempo han sido muchas las ocasiones que me he sorprendido explicando a unos y a otros qué hace un responsable de Protocolo. Me he cansado de desmontar cada una de las ideas preconcebidas que muchos de mis interlocutores tenían –y me temo que todavía tienen- acerca de esta profesión. No es tarea fácil.

 

El empeño que tienen muchos medios de comunicación en frivolizar y denostar al profesional de Protocolo nos hace un daño incalculable. Proyectar la imagen glamurosa de algún personaje público, como ejemplo de buenas maneras, de saber estar, y nombrarlo, oficiosamente embajador del Protocolo Social, aplaudiendo sus opiniones y valoraciones,  es como equiparar el buen hacer de un masajista, a las obligaciones de un traumatólogo. Amén de la cantidad de tonterías que a diario se publican haciendo alusión a muchas cuestiones protocolarias.

 

La forma de acceder a puestos de Protocolo, fundamentalmente en las instituciones públicas es otro escollo en el camino. Recurrir a puestos llamados de “confianza” y nombrar “a dedo”, -libre designación-, o en el mejor de los casos, convocar un concurso únicamente de méritos, es uno de los peores daños, en mi opinión, que se le hace a esta profesión. Esto, nos convierte en mercenarios politizados, merma la independencia y libertad en el ejercicio de nuestras funciones y a ojos de todos, desvirtúa la seriedad y rigor que por derecho, debe acompañar a esta profesión.

 

En los últimos años se trabaja situar el Protocolo en su sitio. En el lugar que le corresponde. La evolución es muy positiva; formación oficial y reglada con el Grado, Máster, Doctorado, sin duda un antes y un después. Por otro lado enseñanzas no regladas en universidades de todo el territorio nacional facilitan el acceso a programas formativos de forma general o especializada.

La redes sociales con su inmediatez y el impacto que ejercen en la sociedad, han puesto un granito de arena en facilitar las relaciones interpersonales, en divulgar contenidos de máximo interés y sobre todo, en recoger todos los impactos relativos a nuestra profesión; opiniones, reflexiones, post, artículos, etc…

Estamos en el buen camino.

 

Me gustaría publicar un decálogo de lo que para mí, es esta profesión y las personas que la ejercen. Frases cortas que definen lo que somos y cómo lo hacemos. No están todas las que son, pero sí son todas las que están.

 

Decálogo del buen protocolo:

 

  • El protocolo no jerarquiza. Organiza y ordena.
  • El protocolo no es frívolo. Acerca a las personas.
  • El protocolo no es una cuestión superficial. Es una cuestión fundamental.
  • El protocolo no entorpece las relaciones interpersonales. Ayuda, facilita, y mejora.
  • El protocolo no es gasto. Es una inversión a corto y largo plazo.
  • El protocolo no está a merced de la política. Está a merced de las personas.
  • El protocolo no satisface intereses personales. Cumple objetivos propuestos por la institución en cada evento, en cada acto, velando por el cumplimiento de su misión y valores.
  • El profesional de protocolo no lo es por amistad o confianza. Lo es por capacidad y competencia.
  • El profesional de protocolo no lo es por casualidad. Lo es por vocación, por dedicación y por derecho.
  • El profesional del protocolo no está sometido a nada ni a nadie. Ejerce sus funciones con libertad y con total independencia. En un líder por naturaleza.

 

Por todo esto y como decía al comienzo, a veces evito hablar de mi profesión. Sobre todo cuando tengo delante de mí a un interlocutor difícil, de esos que valoran, sentencian, juzgan en base a lo que ignoran y desconocen.

 

Este post es una reflexión en alto. Una opinión influenciada por experiencias vividas, nada más.

 

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Autora: Sandra Álvarez Lema

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